Hace algo más de dos años, la monotonía y la rutina del recolector de basura Jorge Rodríguez Miranda, se vio interrumpida por un hallazgo inusual y misterioso: una bolsa repleta de negativos fotográficos a solo unos segundos de ser consumidos por el fuego. Jorge, intuyendo la magnitud del descubrimiento, decidió salvarlos de la quema y llevarlos al museo de la Corporación de Cultura y Turismo de Calama, un lugar donde pensó que podrían ser útiles.
Durante dos años, estas “imágenes latentes” durmieron en la sombra del archivo del museo, hasta que, nuevamente por azar, los negativos fueron finalmente escaneados. Alguien los confundió con lo que pensaba que era el trabajo fotográfico de un etnógrafo con el que estaban trabajando, pero el contraste entre ambas miradas, delató la confusión. Así, entre casualidades, este archivo fotográfico vio la luz, y así es como surgió este tesoro visual, directamente desde el corazón del desierto de Atacama.
Luego de escanear y digitalizar los negativos se contabilizaron unas 2830 fotografías, la mayoría de la ciudad de Calama. El museo se puso en contacto con el fotógrafo John Yévenes, y él, junto a Rodrigo Gomez Rovira y un equipo humano interdisciplinario, se encargaron de editar y diseñar el fotolibro “Obrero de la imagen”. La publicación revela este archivo encontrado de forma fortuita y contiene fragmentos de la vida de los habitantes de la ciudad a lo largo de los años sesenta y hasta principios de los setenta, durante el gobierno de la Unidad Popular, poco antes del golpe.
“Me pareció impresionante su calidad técnica, la persona detrás de la cámara tenía una mirada muy potente y un talento sobresaliente”
El propio Yévenes nos lo cuenta: “Sin duda, el archivo rescatado por Rodriguez tiene un importante valor histórico y patrimonial para la comunidad de la ciudad de Calama, pero además, al revisar de cerca las fotografías, me pareció impresionante su calidad técnica. La persona detrás de la cámara tenía una mirada muy potente y un talento sobresaliente. También destaca la amplitud del registro; esta persona ‘iba a todas’, hay una gran cantidad de eventos sociales y culturales, y un registro de los puteríos con una mirada más íntima. Todo está resuelto de una manera exquisita”.
A pesar de todo, quién hizo esas fotos sigue siendo una persona anónima y desconocida, no sabemos si sigue viva, ya que el registro se detiene a inicios de los setenta y surgen varias hipótesis: ¿Se fue de Calama? ¿Murió de forma inesperada? ¿Podría ser una víctima de la dictadura? ¿Podría seguir con vida?
“Solo tenemos esa foto de su sombra, la primera que abre el libro. ¿Podría ser una víctima de la dictadura? no lo sabemos realmente”
Yévenes también nos cuenta cómo trataron de encontrar a esa persona: “Realizamos varias pesquisas para encontrar al autor o autora del archivo, incluso hablamos con fotógrafos mayores de Calama. De ahí salieron algunas pistas que no resultaron en nada concreto. Una persona creyó reconocerlo, pero finalmente fue un mal entendido. Solo tenemos esa foto de su sombra, la primera que abre el libro. ¿Podría ser una víctima de la dictadura? no lo sabemos realmente. A pesar de no poder confirmar la autoría del archivo, decidimos editar el fotolibro como un gancho para que, en su circulación, alguien pudiese encontrarse y confirmar o entregar una pista acerca de la autoría de las imágenes, esa fue nuestra apuesta”.
Aunque no sepamos quien está detrás del registro, sí podemos intuir un gran compromiso con el oficio de la fotografía y una voluntad de rescatar y dejar constancia de varios eventos, sucesos y contextos para la preservación de la memoria histórica de un territorio extremo, alejado del centro.
“Si no es por una serie de ojos que supieron ver el verdadero valor de ese patrimonio visual, estas fotografías terminaban quemadas en el basural en el más absoluto olvido”
“Como equipo, fue significativo que el archivo comenzase a ser editado como fotolibro el año pasado justo para la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, sentimos que fue una señal con respecto a la memoria y al rescate. Al final, este proyecto existe porque una serie de personas supieron ver el valor del archivo, si no llega a ser por eso, las imágenes habrían sido quemadas en un basural, y quedado en el más absoluto olvido. La circulación de este proyecto nos permite ver un trocito de Calama, de sus habitantes en ese particular espacio y tiempo”.
Actualmente, el equipo de edición de “Obrero de la imagen” está dedicado a hacer circular el libro para averiguar la identidad de la persona que tomó las fotos. Cualquier pista para resolver el misterio sirve…
